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Georges Méliès


© Fotografía Alma Reza
Georges Méliès (París,1861-1938), dibujante, mago, director de teatro, actor, decorador, técnico, productor, realizador y distribuidor de más de 500 películas entre 1896 y 1912. Es el precursor indiscutible de la introducción y desarrollo de los efectos especiales en el cine, quien introdujo la magia y la ficción para realizar sueños y abrirlo al gran público.

Georges Méliès, la magia del cine, la exposición que se presentó en Caixafòrum Barcelona en 2013, fue una muestra de la genialidad del cineasta. Las salas abordaban con gran detalle las primeras inspiraciones del cine, desde los pequeños teatros con perspectiva del siglo XVII, cajas ópticas y figuras chinescas del siglo XVIII hasta la fantasmagoría, antecedente del género del terror, inspirado en el romanticismo negro que hacía furor en la pintura (Goya, Blake), en la literatura (Mary Shelley, Goethe), y que aprovecharon físicos y magos para idear un nuevo espectáculo luminoso en los primeros años del siglo XIX.

La vocación temprana de Georges Méliès, lo llevó a diseñar guiñoles, decorados y teatros para marionetas desde los diez años. Fue un visionario que reconoció de inmediato las posibilidades del cinematógrafo Lumière aparecido en 1895. 

Según cuenta él mismo en sus memorias,[1]como propietario del Teatro Robert Houdin de París fue invitado por Luis Lumière a la primera sesión cinematográfica y quedó maravillado con las fotografías animadas. Se interesó en comprar un aparato para proyectar películas en su teatro pero Lumière se negó a venderle un ejemplar.
Georges Méliès. La magia del cine - Fundació La Caixa


Con grandes dificultades técnicas Méliès construyó su propio proyector y logó abrir en su teatro el primer cine público. A partir de entonces la producción de películas fue su gran obsesión, construyó el primer estudio de filmación y superó las pequeñas películas de 17 metros y 50 segundos de proyección, llegando a realizar cintas de 260 metros, 13 minutos de imágenes proyectadas en 30 escenas, algunas de ellas coloreadas a mano, abordando diversos géneros como el drama, la comedia y por supuesto el género fantástico. 

Fue el primer genio creador que encontró en el cine su medio de expresión. Mientras otros filmaban tranquilas y estáticas escenas de llegadas de trenes, Méliès creó su propia cosmogonía. En las proyecciones presentadas en la exposición reconocemos los personajes emblemáticos de Méliès, fantasmas, diablillos, gnomos, brujas, demonios, monstruos, espectros, pero también figuras féminas llenas de sensualidad y gracia como la primera versión de Juana de Arco. La primera Guerra Mundial acabó con sus sueños y murió retirado del espectáculo, casi en la ruina y el olvido, pero la vigencia de su obra permanece presente en las grandes producciones y efectos especiales de Hollywood, quien también le ha recordado recientemente con una cinta en 3D dirigida por Martin Scorsese La invención de Hugo (2011).

Notas publicadas en la revista cultural Polen UG, agosto 2013


[1] Méliès, George, Vida y obra de un pionero del cine (1935), Madrid, Casimiro Libros, 2013


© Fotografía Alma Reza


La fascinación por el arte japonés

La influencia que ejerció el arte japonés en Occidente, a partir de la apertura de los puertos de Japón en 1860, significó uno de los elementos esenciales del arte europeo moderno. Japonismo. La fascinación por el arte japonés, es una interesante exposición presentada por CaixaForum Barcelona, que aborda el proceso de reconocimiento, adopción y reinterpretación del arte japonés. La exposición presenta obras de Darío de Regoyos, Marià Fortuny, Pablo Picasso, Santiago Rusiñol, Joan Miró y Salvador Dalí.

A partir de una cuidada selección de más de trescientas piezas, distribuidas en ocho secciones, nos acercamos a un tema poco conocido, el descubrimiento del arte japonés, que comenzó con la llegada de los comerciantes portugueses y los primeros misioneros a mediados del siglo XVI. Durante este periodo (1543-1639) se desarrolló un arte híbrido denominado namban «bárbaros del sur» inspirado en el intercambio cultural, que incluyó traducciones de obras europeas literarias y religiosas. Sin embargo, la persecución de cristianos y los rumores de que España pretendía utilizar la evangelización como medio de conquista, terminó con las relaciones diplomáticas y en 1624 se prohibió la llegada de barcos españoles hasta la primera mitad del siglo XIX, ocasionando un largo periodo de aislamiento. Holanda fue el único país que mantuvo contacto comercial con el archipiélago.
Con la restauración del Imperio Meiji (1868-1912) Japón volvió a abrirse al mundo aportando nuevas formas de inspiración para los artistas europeos en busca de universos por explorar. 
En un primer momento el acercamiento fue superficial, algunos artistas se limitaron a reproducir escenas japonesas o a incorporar objetos nipones en ambientes burgueses para crear una atmósfera exótica. París fue el epicentro del japonismo, pero la influencia del arte nipón se extendió rápidamente por toda Europa. Las artes japonesas aportaron nuevos temas, motivos y técnicas; el estudio de los grabados orientó a los creadores hacia una nueva forma de aplicación del color, nuevos encuadres y composiciones asimétricas. Los artistas se plantearon una manera diferente de representar la naturaleza, con líneas sencillas y armoniosas. 
El japonismo llegó a España con los pintores Marià Fortuny (1838-1875), Darío de Regoyos (1857-1913) y otros artistas afincados en París durante esa época, además de la amplia difusión que tuvo dicho arte a través de tiendas especializadas. Barcelona fue una de las ciudades que contó con una red de establecimientos dedicados a este comercio que fomentó el gusto oriental entre los coleccionistas y facilitó a los artistas la circulación de ilustraciones, láminas y fotografías para su inspiración.
El primer certamen internacional celebrado en España fue La Exposición Universal de Barcelona en1888, un gran acontecimiento en el que también por primera vez Japón se presentaba de manera oficial en el país. El evento propició el intercambio directo entre empresarios catalanes y japoneses, favoreciendo relaciones políticas, comerciales y artísticas.
La difusión del japonismo se aprecia especialmente por la simbiosis que se estableció entre el arte japonés y el Modernismo (denominación española del movimiento Art Noveau), entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, el descubrimiento del arte nipón, significó una renovación de las artes decorativas e industriales reflejado en estampados textiles, trabajos de vidrio, cerámica y muebles. El japonismo se hizo evidente también en las artes gráficas, la publicidad, el diseño y la decoración. Durante la época del Modernismo el arte japonés fue un elemento intrínseco de la modernidad artística.
En un segundo momento, hacia 1920 hubo un interés por la introducción de las lacas japonesa urushi y por la difusión del teatro y kabuki, además de la literatura y la poesía. El éxito y la buena aceptación del arte japonés se debieron a la sutil delicadeza, el gusto por la sencillez y la austeridad como fuente de inspiración para una generación en busca de nuevos valores. 
Leer texto completo publicado en Revista Polen septiembre, 2013


CaixaForum Barcelona (Av. Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8). Comisario de la exposición: Ricard Bru i Turull. Exposición del 14 de junio al 15 de septiembre de 2013. 

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